De Viento Sur
El pasado junio, la noticia de la fusión de dos veteranos partidos políticos israelíes de la izquierda sionista, el partido laborista y Meretz, no despertó mucho interés. En un momento en que el antaño hegemónico partido laborista no ocupa más que cuatro escaños en un parlamento de 120 miembros, y en que el Meretz no cuenta con ninguno desde las elecciones de 2022, esto no debería sorprender. A falta de una visión alternativa convincente al perpetuo sometimiento del pueblo palestino bajo las botas del ejército israelí, la izquierda parlamentaria de Israel ‒dirigida actualmente por Yair Golan, otro exgeneral del ejército, quien en verano encabezó el llamamiento a la invasión de Líbano‒ está condenada a la irrelevancia.
“En Israel no hay política de izquierda; esta es una realidad que mucha gente olvida”, tuiteó el activista palestino Hamze Auaude en julio. Su comentario vino después de que la Knesset aprobara una resolución contraria a la creación de un Estado palestino por 68 votos a favor y nueve en contra; solo votaron en contra los disputados de partidos dirigidos por palestinos. “Aunque existen algunos movimientos de base de izquierdas, la izquierda como fuerza política simplemente no existe en Israel.”
La cuestión de cómo la izquierda puede cambiar la política de Israel desde dentro en ausencia de un liderazgo político de izquierda provoca interminables debates entre activistas sobre el terreno. Desde el proceso de paz de Oslo, la opinión convencional, tanto en el seno de la izquierda como fuera de ella, descarta todo potencial político de la izquierda israelí, debido al escaso tamaño de este sector, a su debilidad electoral, a sus divisiones internas y a su abandono de la solidaridad con Palestina y su dirección.
La marginación completa de la izquierda, impuesta por la policía politizada israelí, no ha hecho más que acelerarse desde el 7 de octubre. Incluso las familias de rehenes israelíes, que exigen un alto el fuego para que se los libere, se ven acosadas y tachadas de traidoras izquierdistas. La creciente supresión de la sociedad palestina también ha limitado radicalmente el horizonte de disensión o acción política colectiva a lo largo del año pasado. Desde pocos días después del ataque de Hamás, la población palestina de Israel se enfrenta a una campaña de intimidación, persecución, vigilancia y acoso apoyada por el gobierno. A pesar de todo, este año transcurrido ha visto cómo activistas israelíes de izquierda persisten en sus esfuerzos por acumular fuerzas en pro de un futuro más pacífico, justo y equitativo para israelíes y palestinos.
El campo pacifista más moderado, cercano a la izquierda sionista, representado en gran parte por ONG y financiado por entidades filantrópicas internacionales, se halla actualmente en un proceso de reconstitución tras el trauma de los ataques de Hamás del 7 de octubre y el desespero ante la subsiguiente masacre que lleva a cabo Israel en la Franja de Gaza. Un poco más a su izquierda se halla una red más pequeña de activistas que es objeto de menos atención internacional y que a menudo se ve ninguneada incluso por el campo pacifista. Abarcando desde antisionistas y no sionistas hasta quienes rechazan estas categorías, estos y estas activistas se sitúan en el margen extremo izquierdo de la sociedad israelí, identificándose a veces como izquierda radical.
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Hadas Binyamini escribe sobre política judía y conservadurismo en la historia de Estados Unidos. Es doctoranda en New York University.